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Desde hace tiempo utilizo la Técnica Pomodoro para ejecutar una buena parte de mis tareas. No lo utilizo para todo, sólo para aquellas actividades que requieren más de 30 minutos y cierto nivel de concentración, como programar, diseñar o escribir artículos (ésta es simplemente una elección personal, ya que es donde la técnica me resulta más valiosa). Su gran beneficio es que te permite mantener el enfoque en lo que estás haciendo, eliminando todo tipo de interrupciones.

Esta semana ha caído en mis manos un artículo no muy reciente en el que se hablaba de la holgazanería—o al menos, de cierta clase de holgazanería—desde un punto de vista bastante positivo. Aunque el artículo trata concretamente sobre por qué los usuarios de aplicaciones tratan de hacer las cosas sin complicarse mucho la vida, me parece que el fondo de la cuestión se puede aplicar de manera general al fenómeno de la productividad.

Después de una breve introducción a la Técnica Pomodoro y un post en el que explicaba el método en mayor profundidad, me parece interesante exponer las propuestas de Francesco Cirillo, autor de La técnica Pomodoro, para gestionar las interrupciones que pueden surgir cuando estás en mitad de un pomodoro.

Es muy fácil acostumbrarse a la rutina diaria y a la forma habitual en que hacemos las cosas. Hacer las cosas “como siempre” nos permite sentirnos cómodos porque—bien o mal—controlamos nuestro pequeño mundo.

Hace un tiempo empecé a utilizar la Técnica Pomodoro de forma habitual para llevar a cabo tareas que requieren cierta cantidad de tiempo y nivel de concentración (fundamentalmente programar y escribir, en mi caso). Me pareció realmente útil, así que escribí un artículo en el que te contaba las reglas básicas de esta técnica y mis primeras impresiones.