La productividad sin estrés existe

Las listas de tareas se inventaron en el mismo momento en que la gestión del tiempo empezó a convertirse en un problema para mucha gente, especialmente para los trabajadores del conocimiento. Había demasiadas cosas para hacer, así que, para empezar, al menos era necesario tener un inventario claro de todas esa cosas.

La productividad personal es principalmente una cuestión de hábitos. Es por eso que, cuando llevas demasiado tiempo con los hábitos incorrectos instalados en tu cerebro, nada funciona. No importa el método, los trucos o las herramientas de apoyo que utilices. Las primeras semanas todo parece ir de maravilla, pero de pronto tus viejos hábitos se imponen de nuevo y el caos vuelve a reinar.

En GTD, la mayoría de tus proyectos (por definición, cualquier resultado que necesite de más de una acción) serán una secuencia de acciones a realizar una detrás de otra hasta lograr el resultado final. En esta clase de proyectos, la lista de Acciones Siguientes de FacileThings te muestra solo la próxima acción de cada proyecto y, cuando la terminas, te muestra automáticamente la que estaba planificada a continuación. Sencillo y directo.

El árbitro señala un penalty en un partido de fútbol. El balón tardará unas décimas de segundo en llegar a la portería desde que el delantero lo golpee, por lo que el portero no puede esperar a ver la trayectoria del balón para decidir a qué lado se debe tirar. La decisión debe estar tomada previamente. Lo curioso del caso es que el portero decidirá, en la mayoría de los casos, tirarse al lado derecho o al lado izquierdo, cuando la estrategia óptima según las estadísticas es la tercera opción: quedarse parado en el centro. ¿Por qué no se quedará quieto? Solo porque no hacer nada resulta siempre un tanto embarazoso, aunque sea lo más acertado.

El otro día quedé con un amigo para tomar un café. Una vez terminado el café, decidimos dar un paseo para continuar la conversación un rato más. Mala idea, el sol era abrasador y la temperatura rondaba los 30ºC. Me despedí y volví a mi casa para continuar con el trabajo que tenía previsto hacer esa tarde. Imposible. No tardé ni cinco minutos en darme cuenta de que, el cada vez más intenso dolor de cabeza provocado por la insolación, no me iba a permitir concentrarme en lo que tenía que hacer durante un buen rato.